Hace siete millones de años las mujeres eran las encargadas de recoger las plantas y los frutos que se iban a convertir en alimento, mientras que los hombres estaban dedicados a cazar. De hecho, las mujeres fueron las que desarrollaron la primera receta de la humanidad que consistió en una sopa. Además, fueron las primeras en domesticar a los animales pequeños y las que desarrollaron la actividad ganadera y campesina en el mundo.
A pesar de ello no fue hasta el siglo XVIII cuando las mujeres empezaron a aparecer en fogones que no eran los de su casa. Como es el caso de Francisca Sánchez, cocinera de la Casa Real de España durante el reinado de Carlos III.
En la Revolución Francesa se empiezan a encontrar grandes escritoras de gastronomía y a popularizar los libros de recetas, todo ello gracias a que el concepto de igualdad comienza a cambiar. Todo este movimiento vincula de otro modo a las mujeres al mundo de la gastronomía.
En 1913 Emilia Pardo Bazán escribió dos libros de cocina: La cocina española antigua y La cocina española moderna. Después vendrían históricas pioneras de la literatura gastronómica como María Mestayer de Echagüe (que escribió bajo seudónimo una decena de libros) y Simone Klein Ansaldy, más conocida por todos en España como Simone Ortega, que escribió el libro de recetas más vendido de la historia de nuestro país –3,5 millones de ejemplares– firmando con el apellido de un hombre: el de su marido, José Ortega Sppotorno.
A pesar de que la cocina siempre ha estado muy ligada a la mujer, el reconocimiento del oficio del cocinero se ha brindado más a hombres que a mujeres. Sin embargo, esto está cambiando. El mundo moderno busca reivindicar la labor de la mujer. También, reconocer su labor en el tiempo, sus recetas, dignificando cada vez más la comida tradicional, aquella que hace referencia a la comida de las abuelas y madres.
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